(Entrevista)

En la fiesta de fin de año de una empresa dedicada a la fabricación de alimentos para ganado vacuno, porcino y gallinas de postura; se celebraba con un banquete en un restaurante que tiene una placita de toros, por el rumbo de San Ángel en la avenida Insurgente. Se preparaba el festejo en forma de una kermesse, con pequeños puestos en los que se ofrecían diferentes antojitos mexicanos, chalupas, sopes, tlacoyos, tacos de guisados, carnitas, barbacoa y el nostálgico tlachicotón; desde luego para quienes quisieran estaba dispuestas mesas suficientes para familias o grupos de amigos; era una algarabía de gran ambiente.

Se anunció que a las cuatro de la tarde se soltaría una baquilla para los valientes que quisieran sentirse toreros y muestren sus habilidades como novilleros; entre todo el grupo había esposas e hijos de algunos colaboradores, otros aun casados se presentaron solos, también las secretarias con amigas y compañeros solteros de la oficina, buscando relacionarse entre ellos; se sabía que uno de los directores sentía una especial inclinación por la asistente del director financiero y no perdía de vista a la muchacha, solo el pequeño detalle que él era casado y nunca ha expresado nada al respecto; vamos a llamarle a él, licenciado Ruiz y a ella Eva.

A las cuatro en punto, ya está la placita casi llena, muy poca gente se quedó en la kermesse; de repente se escuchó un clamor de emoción y apareció una vaquilla bravía, corniabierta y buscando un lienzo para cornear; encarrerada dio vuelta y media al redondel surgiendo un par de espontáneos correlones, la gente se divertía de lo lindo; de repente un grito de susto, uno de los espontáneos salió por el aire, la vaquilla le ha dado un topo muy severo, afortunadamente sin herida alguna.

De sorpresa algo inesperado, se lanzó al ruedo del licenciado Ruiz, arrebatando un capote que tenía uno de los espontáneos y buscó el frente de la vaquilla, misma que no tarda ni perezosa se dejó ir sobre el capote que era presentado por el arriesgado licenciado Ruiz; este aguanto la embestida y por casualidad logró sacar el bulto, pero estaba más pálido que una hoja de papel; arrancando del público un ¡ÓLE! Que el mismo no entendía por qué; esto lo repitió dos veces más con el mismo resultado. En ese momento uno de los mozos de la plaza distrajo a la vaquilla llevándola hacia el burladero contrario, aprovechando esto para acercarse a la barrera en la que estaba Eva e hizo algo que nos sorprendió a todos, se dio un ligero golpe en el pecho a la altura del corazón, viendo a Eva dio un grito no muy fuerte “Fue por ti Evita” y brincándose las gradas de la placita y se sentó junto a Eva y solo se sonrieron ambos, sin mediar palabras ella se levantó y se retiró dejando solo al nobel torero, dejando escapar dos gruesas lágrimas que disimuló a la perfección.

Bajando por las escaleras que dan al restaurante, se dirigió al primer puesto de aguas frescas, pidiendo al primer puesto de aguas frescas, pidiendo un tarro de agua de jamaica, el cual fue servido en tarro de cristal refrigerado que al ser entregado lloraba de frío; disfrutándolo enormemente después de la faena que le provocó sudar desde la cabeza hasta los pies sin omitir un solo centímetro de su cuerpo.

 Entonces se le acerco el jefe de relaciones públicas de la empresa iniciando así la conversación:

– ¡Qué susto! Lo felicito, lo hizo usted muy bien ¿había capoteado antes?

– ¡No nunca!

– Entonces, ¿cómo se atrevió?

– Fue un arranque estúpido.

– Debe haber tenido una enorme razón, ¿Será acaso impresionar a alguien?

– Me sorprende su interrogante, tal vez si fue esa la razón.

– ¡No, peor que locura!

– Han llegado rumores a las oficinas de Terre Haute que usted está enamorado de su auxiliar, ¿Esto será verdad?

– En los pasillos de la empresa se corren muchos rumores siempre, lo cual no significa que sean ciertos.

– Licenciado Ruiz, usted es casado y su esposa muy atractiva, su historial en la empresa ha sido intachable, tanto que no ha pasado desapercibido para los presidentes de la matriz.

– ¿Por qué el interés en mi persona? ¡Hay algo que deba saber!

– Si le digo licenciado Ruiz, dejaría de ser sorpresa y perdería mi empleo; ahora vamos a lo que vine, le voy a hacer una serie de preguntas para llenar los documentos que va a integrar a su expediente en EEUU.

– Estoy a sus órdenes.

– ¿Cuál fue su motivación para seguir la carrera de finanzas?

– Nació la idea después de haber perdido una beca escolar por reprobar matemáticas en el primer año de secundaria.

– ¿Cómo estuvo eso?  

– Si, reprobé matemáticas con calificación de 4.5 en un tiempo que no se podían hacer exámenes extraordinarios por materia; entonces me vi en la obligación de repetir todas las materias del primer año. A partir de esto me puse el reto “Mate, me la vas a pagar”, entonces, pasé los tres años de secundaria con promedio de diez y lo cumplí.

– ¡Es increíble, qué gran esfuerzo! ¿La carrera como la inició?

– En el IPN por inducción de un amigo, compañero del equipo de futbol; me inscribí en la vocacional 3 en Rivera de San Cosme.

– ¿Cuándo empezó a trabajar?

– En una compañía de seguros como archivista, de ahí me pasaron al departamento de registro de pólizas.

– Desde abajo, como debe ser.

– ¡Claro que sí! ¿Mister…?

– Braun, Jack Braun; ¿Siguió usted en la misma empresa?

– Me pasé a una librería, en todas ellas me servían para aplicar los conocimientos que iba reteniendo de mis estudios.

-¿Cómo llegó a esta empresa?

– Por invitación de un vecino, mi esposa estaba embarazada y yo no tenía trabajo fijo.

– ¿Presentó algún examen de ingreso?

– No lo consideraron necesario, mi jefe conocía mis aptitudes y solo me capacitaron en el movimiento del sistema de operación.

– ¿Con el tiempo hubo alguna rama de la administración que le llamara la atención?

– La investigación y mejoras continuas, para lo cual solicité un auxiliar, lo que me hicieron caso proporcionándome una asistente, estudiante de preparatoria.

– ¿Le pareció adecuada la persona que se contrató?

– Cuando me la presentaron ya la habían contratado, me indicaron que iba a ser la secretaria de mi jefe, pero que también desempeñaría las funciones de mi auxiliar. Era una joven de pelo largo, vestida a la usanza de los jóvenes universitarios de la época, pantalón ancho, suéter largo hasta arriba de las rodillas y una blusa tejida tipo playera; todo de color negro, piel morena clara y ojos profundamente negros de nombre Eva López Cándido.

– ¡Al fin, apareció Evita! ¿Cómo se fijó en tantos detalles? ¿A caso no investigo sus habilidades?

– Cuando la conocí, se me nubló todo el ambiente que me rodeaba, no pensé en el trabajo, solo pensé en adivinar ¿qué era lo que ella pensaba al conocernos? ¡Claro fui egoísta! solo pensé en mí, no en el trabajo.

– Volvamos al asunto, ¿Analizó la currícula de la aspirante?

– Solo en la mención de sus estudios, procedente de la preparatoria, seguiría a la universidad; además anexó comprobantes que había desempeñado la labor de administradora en un granja de vacunos, porcinos y aves de corral; cosa que en mis actividades sería de mucha utilidad, además sabe hablar inglés a la perfección, cualidad que me sería muy útil, porque los estados financieros e informes que envío a EEUU se redactan en inglés; así que para mi departamento era una magnífica asistente.

– Usted ya ha sido reconocido con varios premios de administración, ¿Piensa seguir mejorado su desempeño profesional?

– Por lo que veo, usted está informado a medias, he estado acudiendo a seminarios y cursos de actualización en la Cámara de Comercio Americana; para su conocimiento poseo dieciséis certificaciones de la misma Cámara y de algunas instituciones más; si lo considera le puedo dar copias.

– Descuide, ya tengo en mi poder una copia de su expediente completo, como le dije, le preparan una sorpresa por su trayectoria y desempeño.

Mister Braun y el licenciado Ruiz se despidieron de muy buena manera, dirigiéndose ambos al lobby del restaurante; el licenciado Ruiz ofreció llevar a su hotel a mister Braun pero no aceptó y le dio las gracias ya que tenía que conversar con otra persona; el licenciado Ruiz abordo su auto y se dirigió a la salida pasando frente al vigilante diciéndole:

– Nos vemos pronto amigo.

Las actividades en la empresa y particularmente en la subgerencia general, se desarrollaron en forma satisfactoria; ésta última a cargo del licenciado Ruiz asistido por la señorita López Cándido marchaba a la perfección; habían reducido la entrega de estados financieros de 15 a 5 días, cuestión que les reconocieron en presidencia, pero la satisfacción fue mayor cuando el licenciado Ruiz recibió la notificación de la oficina matriz que recibiría en próximos días la visita de una delegación de ejecutivos para comparar resultados; porque a pesar de que en Estados Unidos y en México llevan los mismos sistemas y los mismos manuales de operación; en México tenían mejores resultados que la oficinas centrales; situación que para ellos no podía ser creíble, que un mexicano obtuviera mejores metas que los ejecutivos de un prestigio reconocido en toda América y el Caribe.

Llegó la fecha anunciada para la reunión de ejecutivos, a las ocho de la mañana ya estaba la sala de juntas preparada para diez ejecutivos con carpetas de informes para cada uno de los visitantes; pero ¿Qué pasa? Había once lugares en la mesa. Se presentaron:

– Jack Braun, de Terre Haute.

– Ángelo Berlucci, de Miami.

– Miguel Martínez, de los Ángeles

– Jeremy Demsey, de Florida

– Yako Lombardi, de Texas.

– George Travel, de Chicago.

– Henry Heron, de Michigan.

– Antoni Franklin, de North Caroline.

– Charles Whitman, de Oregon.

– Tomy Jackson, de New York.

La junta de trabajo se fue realizando en una forma dura hasta cierto punto, no agresiva, todos trataban de encontrar errores a toda costa; el licenciado Ruíz estaba muy calmado y seguro de sus resultados. Todos los registros presentados por el, fueron aprobados sin ninguna observación, salvo un crédito otorgado y estaba rezagado el cobro; solo que para otorgar dicho crédito se había tomado en cuenta los informes financieros de la agencia de investigaciones financieras “Miller Corp.”, que había informado con deficiencias en las cifras, siendo esta la única controversia en la investigación que se prolongó por cuatro horas y media.

El licenciado Ruiz quien ocupaba el onceavo sitio en la mesa, dio un suspiro de alivio mientras secaba el sudor de la frente y le mostraba una sonrisa de satisfacción a su jefe; mientras que el señor Braun decía a toda la mesa:

– Licenciado Ruiz, su labor se puede calificar de perfecta, solo le hago una pregunta, ¿Por qué si llevan los mismos sistemas en toda la empresa, nadie puede calificar como México? ¿Qué explicación nos puede compartir?

– Respetamos los sistemas cibernéticos que tienen funcionando en todo el mundo; sin embargo nosotros lo vemos como seres humanos, no simples entes oprimiendo teclas en forma automática.

– ¿Hay algún motivo especial por lo que actúan de esta forma?

– Si lo hay mister Braun, soy mexicano.

Una vez analizados los resultados por los cuerpos administrativos de las oficinas centrales, se extendió el certificado correspondiente y el licenciado Raúl Ruiz Rivera fue notificado de su evaluación, acompañado de un portafolio ejecutivo con su nombramiento como director para Latinoamérica con sede en New York, dándole un plazo de treinta días para su presentación en las oficinas mencionadas.

Anexo a los documentos citados, se encontraban cheques de viajero por diez mil dólares para gastos de traslado e instalación a su llegada; incluyendo en el contenido del citado portafolio las llaves de un departamento en aquella ciudad para él y su familia.

Vencido el plazo, el licenciado Ruiz acompañado de su esposa, partían hacia su destino en un jet de la empresa; la sobrecargo los sorprendió en un amoroso abrazo y un beso que dejaba ver el espíritu de amor y triunfo alcanzado por ambos; la señorita asistente de vuelo se retiró sin hacer el menor ruido.

Jorge Enrique Rodríguez.

6 de abril de 2013.