En los primeros y bellos días de la temporada otoñal, desde una ventana de la torre de la rectoría, un joven catedrático, de unos treinta y cinco años de edad, vestido con un traje combinado, pantalón gris claro y saco azul cobalto, camisa blanca, sostenía en la mano derecha un libro sobre Contabilidad Administrativa y sobre un escritorio otro de Costos, él, estático, no podía ser de otra forma, era imposible desaprovechar el cromo que la naturaleza brindaba en ese momento, los árboles empezando a cambiarse en colores ocres, en el firmamento, al poniente el sol tomaba tonos hasta tornarse rojizos y poco a poco cambiar a plateado por la presencia de la luna llena. Paseaban en algunas calzadas de la universidad parejitas de jóvenes enamorados, con libros al brazo o pequeñas mochilas al hombro o espalda.
Volviendo a la torre, vemos en la ventana del personaje a quien nos referíamos antes, ya con un estuche cerrado conteniendo una laptop, con la otra mano marca en su celular un número y solo dice:
-Estoy saliendo, en diez minutos llego, si el peri me lo permite.
La salida del estacionamiento no fue problema; pero llega a la salida del peri fue terrible, se quiso comunicar al mismo número anterior en el momento que debía avanzar y… una mujer imprudentemente dio dos pasos y fue golpeada levemente por el auto de Enrico Berlucci, no cayó al suelo la dama; pero como caballero se baja, trata de ayudarla a recoger sus cosas, Enrico se deshace en disculpas, ofrece llevar a la dama a un sanatorio:
– No, gracias, parece que no fue nada.
– Insisto por favor, déjeme ayudarla. (Se levantan los dos y se quedan viendo, a los ojos sin parpadear).
– Por favor suba, la llevo a donde usted mande. (En ese momento se detiene a contemplar los ojos bellísimos de esa dama, verdes como la esmeralda, cabello al hombro, tez blanca, impresionantemente rubia, Enrico quedo como petrificado).
– ¡Amigo despierte! voy a aceptar, no me gustaría andar con la ropa sucia en las combis.
– Me agrada poder servirle, a ¿Dónde la llevo?
– Ahí, enfrente de la universidad, edificio Carlos Gardel.
– ¿Qué carrera está estudiando?
– No estudio actualmente, soy Profesora de Literatura Griega.
– Es usted muy joven para ese nivel, la felicito; ¿Cuál es su nombre?
– ¡Qué preguntón!, mi nombre es Aurora Cervantes.
– Me confieso poco observador, tengo dos semanas de haber llegado a la universidad y no la había visto, soy Enrico Berlucci, profesor de Ciencias Matemáticas.
– Ya lo había visto hace unos días; pero me han dado malas referencias de usted.
– ¡Mama mía!, ¿Puedo saber qué es lo que se dice?
– Eso, que presume de sus lenguas, además que usted es homosexual.
– Mira Aurora, (Se ensombreció su rostro) aquí te espero y te invito a cenar, así aclaramos todo eso que sabes, ¿Aceptas? Si, ¿Verdad?
– No sé por qué; pero algo me dice que te escuche, no me tardo.
El tiempo de espera para Enrico, fue breve, unos veinte minutos, en ese tiempo le había servido para revisar su propia actividad con alguien del sexo femenino, siempre lo echaba a perder por la pasión por sus clases y las universidades en las que había transmitido sus conocimientos, ya era hora de ver por sí mismo; pero ¿Quién? En ese preciso instante, alguien toca el cristal del auto con los nudillos de una linda mano femenina.
– ¡Aurora! Casi creía que no bajarías. (Enrico baja del auto, va a la puerta derecha y abre la portezuela, señalando el paso y con leve inclinación de la cabeza, el paso está franco).
– Gracias caballero. (Aurora pensó: “Espero que nunca cambies Enrico).
– Au, ¿Tienes algún lugar de tu preferencia?
– Por favor, nada de diminutivos, soy Aurora, respecto al lugar, sorpréndeme.
– ¿Te gusta la comida italiana?
– Claro, en La Toscana hice ni maestría.
– ¡Molto bene, andiamo presto!
– No tan rápido.
– Excusa.
La cena se desarrolló en un ambiente tranquilo, acompañados del grupo folklórico italiano que en esa noche amenizaba el restaurante “La Dolce Vita”; como a la Cenicienta, a las doce en punto, estaban abriendo la puerta del departamento de Aurora, y solo una respetuosa despedida de manos, ella se apresura y le da un beso en la mejilla y le dice:
– Perdóname por juzgarte sin conocerte gracias por esta noche, eres todo un caballero.
– Descansa. Sé feliz.
El desarrollo de las actividades de los dos catedráticos que recientemente iniciaran una amistad profesional, se inicia con los buenos augurios para ambos, se les ve con deseos de salir adelante en sus cursos, el Profr. Berlucci, ha borrado el gesto de seriedad que había lucido hasta unos días antes, en ese momento se escucha en el fondo del recinto:
– ¡Esta de buenas profesor! ¿Ya encontró galán?
– Mire usted joven inmaduro, (Caminando hacia el emisor del improperio), pase al frente, (Lo toma del brazo). Acaba de lanzar una acusación grave de acuerdo al reglamento interno de nuestro recinto estudiantil, (Llegan al frente en el momento que entra el Señor Rector quien le pregunta:
– ¿Sr. Montes, tiene pruebas de la acusación que ha lanzado al Profesor Berlucci?
– No, solo es lo que dicen en los pasillos.
– La falta que usted ha cometido es uno de los puntos más graves del reglamento interno, y dado a sus antecedentes, queda dado de baja de la universidad, su documentación la entregaremos personalmente a su madre, a partir de mañana cualquier día, que pase a mi oficina. Lamento informarle que su beca también queda nula. Capitán, acompañe al Sr. Montes por sus pertenencias y llévelo a la puerta oriente.
– ¡Me la vas a pagar Berlucci!, (Gritó el joven Montes).
– Profesor Berlucci, le suplico que al término de su turno, pase a mi oficina, por favor.
– Con gusto Sr. Rector.
Ese día, después del incidente del joven Montes, los colegas ya no se vieron, en la noche. Antes de la hora de la cena Enrico le llama y la invita a salir a cenar en un restaurante, ella le dice:
– No Enrico, no puedo, nos vemos mañana en el primer descanso, tengo algo importante que decirte.
– ¿De qué se trata?
– Mañana, por favor.
La entrevista con el Señor Rector, Don Raúl Torres Landa, se desarrolló abarcando varios puntos 1.- En el tiempo que lleva usted impartiendo su cátedra ha rebasado las expectativas que se esperaban, los grupos a su cargo han elevado sus promedios muy significativamente, por lo tanto, se le ha otorgado la plaza en forma permanente. 2.- El incidente Montes de ninguna manera será considerado en su expediente. 3.- Respetamos las tendencias personales, sin embargo ya me he dado cuenta que no existe ninguna desviación, solo les pido a usted y a la Magistrada Cervantes que sean discretos y no se vean dentro del recinto educativo. Personalmente le suplico sea respetuoso, ella es viuda y tiene un hijo en New York, estudiando en esta misma Universidad.
Muy temprano el día siguiente, el profesor llegó directo a la cafetería; pero se encontró con la situación que estaban todas las mesas ocupadas, salió al jardín y esperarla en una de las bancas. Llegó Aurora cinco minutos después, sorprendida le pregunta:
– ¡Hola! ¿Qué haces aquí?
– Esperándote, no había mesas libres en la cafetería.
– Acompáñame, vamos a la barra.
– Bien, vamos.
– No hay privacidad; pero igual desayunamos sabroso. ¿Te parece?
– De acuerdo, ¿De qué se trata lo que me quieres decir?
– Es demasiado personal, mejor invítame a cenar en “La Dolce Vita” y sabrás todo, has la reservación para tres.
– ¡¿Tres?!…
– Sí, es parte de lo que tenemos que dialogar, qué… ¿Preocupado?
– En cierto modo sí, aunque no sé de qué se trata.
Dando las ocho de la noche, Enrico estaba sentado a una mesa en el restaurante, justo al frente de una réplica en miniatura de la Fuente de Trevi, con tres servicios, esperando a los comensales, dos minutos más tarde llegó la Profa. Cervantes con un acompañante, joven, expresión agradable, muy propiamente vestido, con lo requerido a todos los profesores de la universidad. Aurora rompe el silencio:
– Profr. Berlucci, tengo el gusto de presentarte al Profr. Aldo Bianchi Cervantes, será mi asistente durante la presentación de su Tesis Profesional.
– Mucho gusto profesor, si en algo puedo servirle no dude en recurrir a éste, su servidor nuevo amigo.
– Qué bueno que lo menciona, te lo iba a pedir. (Dijo la Profa. Cervantes).
– Que coincidencia el apellido…
– No te lo había dicho, es mi hijo, soy viuda, Aldo, su padre fue asesinado el año del nacimiento del niño.
– Mi más sentido pésame para ambos. Por favor siéntense, ¿Desean un aperitivo?
– No gracias. (Ambos contestan al unísono).
Aldo y Enrico se identificaron casi de inmediato, Aldo lo había conocido en la Universidad Salesiana, cuando llevó una maestría en Psicología; pero no con él, ya que su especialidad son las Ciencias Exactas.
La conversación entre ambos, se hizo muy fluida, la profesora se sentía contenta, ya que ella esperaba que no fuera agradable el encuentro; pero se sintió feliz por el resultado.
El fin de semana pasó sin que ninguno de ellos buscara entrevistarse o al menos alguna aclaración o duda en caso de que la hubiera, mientras que Aldo se pasó sábado y domingo metido en la biblioteca recabando información sobre la materia que tendría con la Profa. Cervantes, en calidad de asistente, no de hijo, ella tenía fama de ser muy exigente. El domingo en la noche, Aurora llamó al teléfono de Enrico, solo pudo dejarle recado en el correo de voz:
– No tienes inconveniente en invitarme a comer mañana, tú y yo solos. (Hora del recado: 00:10).
– Nos vemos a las 15:00 hrs. en el restaurante. (La respuesta se sintió muy fuerte).
Aldo llegó al presídium de la sala de clases, procediendo a preparar los documentos necesarios para iniciar la cátedra, pasó por cada una de las filas de butacas revisando mentalmente la limpieza y orden de todo. Unos minutos antes de las 08:00 hrs. empezaron a entrar los discípulos y tras de todos los ocupantes entró la Profa. Aurora Cervantes, especialmente radiante esa mañana.
– Buenos días, futuros licenciados. Veo con gusto que en la asistencia, están exactas las personas que asistieron la primera clase del mes de febrero, en la cual les anuncié el trabajo que formará parte de su valorización final, vamos a tomar en cuenta sus números de la lista de asistencia para determinar que obra les corresponde:
1.- La Divina Comedia.
2.- La Odisea.
3.- En nombre de la rosa.
4.- Romeo y Julieta.
5.- Elogio de la locura.
El formato es un ensayo, las reglas son las siguientes:
I.- No se admiten impresiones de internet.
II.- No son válidas las fotocopias.
III.- Presentar borradores.
IV.- Carátula mostrando nombre de la Universidad, materia, nombre de la profesora y datos del alumno, número de matrícula.
V.- Este trabajo representa el 25% de su calificación final.
VI.- Engargolado de metal cubierta transparente.
– Profesora, ¿Está usted enojada? (Alguien de la última fila preguntó).
– No, claro que no.
El resto de la clase se desarrolló sobre la obra de Shakespeare, su vida y obras, en particular “Hamlet”.
A las quince horas y cinco segundos el Prof. Berlucci, tamborileaba sobre la mesa, pensando tal vez que no acudiría la profesora, a la cita, unos segundos más y el profesor se prepara para retirarse y al ponerse de pie, escucha una melodiosa voz que le dice:
– Qué impaciente, o ¿acaso vanidoso?
– Perdón Aurora, creí que no vendrías, toma asiento. (Se levanta y le acomoda la silla para que se siente).
– Me dilaté un poco debido a…
– A una dama no se le piden explicaciones.
– Sin embargo, en nombre de la amistad que ha nacido entre nosotros te voy a explicar todo.
– No quiero que te sientas obligada a nada que no desees, mi confianza para ti es absoluta.
– Gracias, eso es lo que me enamoró de ti.
– ¡Me sorprendiste! Hubiera deseado decírtelo yo.
– Aldo es hijo de un compañero de la preparatoria y mi padre indignado me mandó a América y fue como adopté el apellido de Cervantes, ya que soy admiradora de su obra, registrando a mi hijo como hermano, espero que no te moleste, porque sé de buena fuente que eres enemigo de las mentiras.
– No tienes nada de que disculparte, fueron hechos circunstanciales.
– Entonces… ¿Amigos nuevamente?
– ¿Amigos nada más? ¡Aurora, te amo!, te amé desde que se cruzaron nuestras miradas por primera vez.
– ¡ ! … Yo… no lo esperaba, dame un tiempo, por favor.
– De aquí al postre.
– No, en serio, dame tiempo, no me presiones.
– Toda la vida si es necesario.
– Gracias… (Suena el celular), ¡Aldo! Si dime… ¿Cómo tan tarde? Espéranos en la cafetería, vamos saliendo.
– ¿Me acompañas por Aldo?
– Un deseo tuyo es una orden para mí. (Saca un billete de mil pesos y lo deposita sobre la mesa, ordenando en la caja le envíen la factura por e-mail).
Salen del lugar y se encaminan a la biblioteca de la universidad, el auto de Aurora lo llevará el conserje del edificio más tarde.
Una semana después, el Profr. Berlucci fue citado a la Rectoría con el Lic. Torres Landa, Rector de la Casa de Estudios, el objetivo de la reunión fue:
– Buenos días señor Rector, a sus órdenes.
– Bienvenido, tan puntual como siempre, tome asiento (Le señala el sofá de la salita anexa).
– Gracias Lic. Torres Landa, soy todo oídos.
– Antes que otra cosa, quiero hacerle una pregunta muy personal, ¿Qué tan profunda es la amistad de usted con la profesora Cervantes?
– Hoy en la cena voy a pedirle que se case conmigo.
– ¡Felicidades! Bueno… espero que la noticia que le voy a dar no modifique sus planes.
– Espero que no.
– Como usted sabe, en el próximo año escolar se abrirán las áreas de matemáticas e ingeniería, además se jubila el Master Sinclair y el Consejo Directivo desea que usted tome esa plaza.
– ¿Yo? Imposible, mis grupos se gradúan en dos meses.
– Tiene tiempo suficiente, es dentro de cuatro meses. Por favor acepte, además va a tener casa y auto nuevos, el sueldo será US$ 250,000.00 al año. Para que lo platique con Aurorita. (Esto último se lo dijo con una sonrisa muy tímida).
Esa noche lucía una blancura inigualable, Enrico, nervioso, indeciso y enamorado entró al restaurante en donde le esperaba un servicio para dos personas. Marcaba el reloj la hora de la cita, entraba al negocio, bellísima, vestía ropa sencilla pero elegante, sus accesorios de piel auténtica, un collar de perlas de un hilo y broqueles del mismo material. Él solo exclamó en italiano:
-¡Belissima!
La conversación se prolongó hasta la media noche. El profesor le comentó el motivo de la reunión con el rector y los planes que le estaban proponiendo, todo con lujo de detalles. En un momento determinado él suelta esta pregunta:
– ¿Te casarías conmigo?
– ¡! ¿Cómo, si te vas?
– En primer lugar, todavía no acepto, enseguida ¿Te irías conmigo? Necesitaría una coordinadora en Literatura Europea, y tu eres Diplomada en esa especialidad.
– Son muchas cosas al mismo tiempo, ¿No crees?
– Solo son dos. ¿Qué dices?
– Dame tiempo de hablar con Aldo.
– Si está de acuerdo, tendría autoridad para que dirija la Dirección Jurídica.
– Rico, vámonos, tengo grupo a las ocho en la sala “A”
– ¿Qué pasó Au con los diminutivos?
– Una disculpa, fue algo inconsciente.
La relación de ambos profesores seguía con toda normalidad, respeto a la Casa de Estudios, se veían a la hora del desayuno, comida o cena; no había acoso ni presión de ninguno de los dos, en las noches era el acompañamiento hasta la puerta de los departamentos, ya fuera de uno u otro, no existieron acercamientos insinuantes solo besos en la mejilla y abrazos como de hermanos, fue un noviazgo respetuoso de acuerdo a la edad y cultura de ambos. Hasta que Aurora le dijo una vez a la salida de clases:
– Enrico invítame a comer. ¿Si?
– Con toda el alma, mi amor. ¿A dónde te gustaría ir?
– Al fin hoy es viernes, vamos a “La Escondida” está en la carretera a Toluca.
– ¡Vámonos! En el camino hago la reservación.
En el camino de ida, se la pasaron platicando sobre los paisajes que ofrecían las construcciones que existen a las orillas, un laboratorio de productos farmacéuticos, oficinas del gobierno mexicano, residencias de israelitas, la mansión que fue de Pedro Infante, etc., etc. hasta llegar a la desviación que nos llevaría al restaurante, está a la falda de la montaña y a desnivel bajo la autopista a la Capital del Estado de México.
Al entrar en el salón del lugar, se percibe un ambiente de frescura y olor a vegetación húmeda y como fondo la cantarina caída de agua de un arroyo que vertía sus transparentes aguas en una posa situada al final del salón principal. El atento capitán de meseros los guio hacia una mesa elegantemente puesta, se ve una botella de fino champagne debidamente cubierta y colocada en una hielera de plata igual que los cubiertos. Aurora exclamó:
– ¡Qué elegancia! ¿A quién esperas?
– A una Reina, ¿Desea su Majestad tomar asiento y compartir estas humildes viandas con este su eterno admirador?
– ¡Rico, que maravilla! Gracias caballero.
Decidieron tomar un menú, y escogieron: sopa de malvas a la campesina, ¡humm! tacos de cecina, tortas de huauzontle, frijoles charros. La casa los sorprendió en servirles un aperitivo de Toluca, agárrense, licor de limón, de cereza y rompope; pero la sorpresa es que se sirve en una sola copa y no se mezclan los licores, riquísimo y lo que le sigue. Momento… falta el postre… una jericaya oriunda de Guadalajara. El acompañamiento musical corrió a cuenta de un grupo de violinistas que estaban de paso en México y a una seña de Enrico, entonan Las Cuatro Estaciones, de Antonio Vivaldi y entonces…
– Lic. Aurora Cervantes… ¿Aceptaría usted por esposo a este su humilde enamorado para toda la vida? (Extiende las manos sobre la mesa, en la mano derecha le ofrece un pequeño estuche forrado en terciopelo de color azul, dentro había un anillo con un bellísimo diamante de tres quilates y un corte soberbio originario de la joyería Bianchi-Lombardi).
– Me deja sin aliento, Master Berlucci, no lo esperaba tan pronto, pero sí, si acepto.
– Me haces muy feliz, has sido la aurora de mi vida.
Se seguía escuchando las melodiosas notas de los violines y ellos fundieron sus miradas en una sola, cubiertos de una mágica atmósfera de amor, sin pasiones ni exhibiciones, simplemente se miraban y en un abrazo de lo más candoroso se prometían amor eterno. Al despedirse solo se miraron y un casto beso de buenas noches ella dijo:
– Hasta mañana amor, ¿Comemos los tres?
– Si, en el mismo sitio, ¡Amore mio!
La Lic. Cervantes previamente platicó con Aldo su hijo, sobre la propuesta de Enrico y la posibilidad de que los tres formaran parte de su equipo docente de la Universidad en New York. Después de pensarlo por unos minutos, Aldo le contestó a su madre que si aceptaba.
El día siguiente, Aurora, su hijo Aldo y Enrico llegaron puntuales a la reunión pactada. Están degustando el segundo tiempo y Enrico se dirige a Aurora:
– ¿Se lo dices tú o se lo digo yo?
– A ti te toca hacer la petición.
– ¿Qué se traen par de tórtolos? Dice Aldo.
– Lic. Aldo Cervantes, tengo el placer y el honor de pedirle la mano de su señora madre. ¿Qué me dice?
– Se habían tardado, lo comenta toda la universidad, por mí no hay inconveniente, no sé qué diga mi madre. Solo pongo una condición, no vivir con ustedes, pondría mi propio departamento. ¿Qué dices Aurora?
– ¿Eso quiere decir qué sí? Gracias hijo, sabía que me comprenderías.
Pasó el tiempo que faltaba para el término del curso correspondiente a ese curso, y todo el alumnado se preparaba para sus exámenes finales, los cuales llegaron a feliz término. En la fiesta de graduación en la que anunciaba la despedida de los profesores Cervantes y el Master Berlucci, éste último fue interrogado por Aldo de la siguiente manera:
– Escucha Enrico, ¿Te puedo llamar así?
– Claro que sí, cuando un italiano da la mano la da con el corazón en la palma.
– No te he oído decir nada de matrimonio, ¿Qué hay sobre el caso?
– Tal vez tu mamá no te ha dicho nada porque hace diez minutos me confirmaron la fecha de la boda en San Patricio en New York, un mes antes del inicio de clases. Nunca les voy a fallar estimado Aldo, tenme confianza hijo.
– ¿Hijo? Vámonos con calma, ¿Si? con calma.
Justo a dos días después del cierre de clases, estaban abordando en la línea aérea comercial “Aeroméxico” rumbo a la Gran Manzana. Destino de la nueva familia Berlucci Cervantes. Empezaba a recorrer la pista la enorme aeronave cuando Aldo divagaba en su mente, nunca había pensado en tener un puesto tan importante como primer empleo y en el extranjero. Su carrera la había realizado en Inglaterra; pero el haber formado ya parte de una familia por el matrimonio de su madre fue lo que cambió la vida a él también. Algo semejante pensaba la Lic. Cervantes, solo que se inclinó al sentimiento del corazón, nunca había pensado que encontraría nuevamente un amor verdadero como con Enrico.
Por fin voy a dejar la vida de peregrino, (Pensó Enrico) y estableceré un hogar, no podría ser mejor, Aurora es una gran mujer, inteligente, le gusta lo mismo que a mí, compartimos profesionalmente nuestro tiempo, tenemos un hijo también profesionista y viviremos cerca de él. “Gracie Santi Madonna”
Jorge Enrique Rodríguez.
15 de junio de 2015.