En las primeras horas de una mañana de verano, un pequeñín de dos o tres años de edad, correteaba y llevando en la mano algunos guijarros, los arrojaba de vez en cuando, simulando una cacería de conejos, que por ese rumbo había muchas madrigueras; los niños y adolescentes se dedicaban a cazar para vender sus pieles y patas, con éstas y las colas hacen llaveros, con estos artículos y las artesanías, estas comunidades hacen su plan de vida.

Bueno, el muchachito que nos encontramos al principio de nuestro cuento, se llama Lino; tiene ojos color almendra, cabello rubio, abundante y largo hasta los oídos, pequeñas ondas que parecería haber sido hechas a propósito; éste detalle no se me pasó desapercibido, un niño rubio que vive entre familia que son totalmente distintos a él, morenos, pelo y ojos negros; ¿Raro? Si muy raro, esa es precisamente la historia que voy a narrar.

Una tarde gris, con amenaza de lluvia, se acercaba con cierta dificultad por un camino pedregoso, un automóvil negro con cristales polarizados, se detuvo frente a una barraca que hacía de tienda. Bajó del auto un hombre con un abrigo negro, que le cubría hasta los pies, portaba una gorra de piel tipo europeo y una bufanda negra también; en el pecho, entre los brazos lleva un bulto que parecía un bebé; pero no era seguro, ya que al día siguiente Don Cleto, el dueño de la tienda, amaneció muerto, le dio un infarto.

Sí, nunca se supo quién lo visitó, él bebe estaba sobre un camastro, lloraba de hambre. El llanto del bebé trajo la atención a algunos vecinos, la primera pregunta que se hicieron fue:

– ¿Ahora qué hacemos?

El pequeño llamó verdaderamente la atención de los naturales del lugar, ya que se trata de una comunidad de tzotziles, morenos, ojos y cabello negros, y el bebé es rubio de cabello abundante de acuerdo a su primera impresión fue tal la sorpresa que nadie sabía qué hacer, y nadie se ofreció a atraerlo a su familia, dadas las condiciones económicas, era para pensarse muy bien; el chamán dio su veredicto:

– Este niño es un enviado del “Dios Sol”, por eso él es todo dorado y es una prueba de que no hemos cumplido con sus mandatos. Este niño deberá ser atendido por toda la comunidad, comerá, dormirá una noche en cada choza donde exista un Tzotzil, así fue la vida de “Hijo del Sol”, como todos le llamaban.

 A su edad, tres años, ya hablaba el dialecto lugareño perfectamente y cosa muy extraña, cualquier palabra o frase al escucharlas las asimilaba y repetía a la perfección.

Los usos y costumbres de esa comunidad, no permitía que un sacerdote católico entrara a la iglesia, aunque había sido construida exprofeso; tampoco permitían que los naturales fueran atendidos por un médico, esos menesteres los realizaba el chamán, curaba con sacrificios de gallinas y rezos de sus ayudantas, al final de la curación quemaban el animal en el suelo, a quien hace esta narración le tocó ver una curación, se crispan los nervios.

En esta comunidad rendían culto al sol; en las cruces de las sepulturas y en la cruz de la cabecera, lucían una esfera con pequeños rayos simulando al sol, uno en cada extremo; la de la cabecera, que se dirigía al sol, al oriente, su nacimiento y al poniente el sol se va a descansar y el extremo de abajo hacia las tinieblas.

El “Niño Sol”, en calidad de nuevo habitante de la comunidad empezó a ser preparado, primero como guía de almas en la tierra, en historiador, posteriormente a las artes mágicas de los chamanes y por último como lo que ellos llaman curandero. A la edad de quince años, fue designado chamán mayor, debido a que el chamán que ejercía en ese momento había fallecido y no dudaron en nombrarlo como tal. Lino, el “Chaman Dorado”, “Hijo del Sol”.

Jorge Enrique Rodríguez.

 25 de junio de 2012.

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